All we are is dust in the wind

All we are is dust in the wind

A NADIE PRETENDO COMUNICAR CERTEZA ALGUNA. NO LAS TENGO.

A lo sumo alguna conjetura, siempre desde la incertidumbre.

Hace años lo aprendí de Albert Camus. Más tarde, unas palabras de Michel Foucault volvieron a recordármelo: No hay que dejarse seducir por las disyunciones, ni aceptar acríticamente los términos del dilema: o bien se está a favor, o bien se está en contra. Uno puede estar enfrente y de pie.

"La idea de que todo escritor escribe forzosamente sobre sí mismo y se retrata en sus libros es uno de los infantilismos que el romanticismo nos legó...las obras de un hombre trazan a menudo la historia de sus nostalgias o de sus tentaciones, casi nunca su propia historia" (Albert Camus)

http://books.google.es/books?id=GiroehozztMC&pg=PA25&source=gbs_toc_r&cad=4#

PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA. Paco Fernández.


miércoles, 17 de abril de 2024

Aforema 1724 Transformar, evitar, cuidar

 

Aforema 1724      Transformar, evitar, cuidar.

 

Ce qui peut frapper à ta porte Infinité de destins On en pose un et qu'est-ce qu'on en retient? Le vent l'emportera

(Noir Désir) 

 

En la tesis XI sobre Feuerbach, Marx anima a los filósofos a interpretar el mundo con el objetivo de transformarlo, a trascender el ámbito de lo teórico para adentrarse en el de la praxis: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.” Pero ¿acaso no ha habido filósofos que han intervenido en el mundo con el afán de cambiarlo? Veamos: Platón y su estancia en Siracusa, Montesquieu en el parlamento de Burdeos, Maquiavelo como canciller de la Segunda Cancillería, Marco Aurelio al frente del Imperio romano, John Locke como asesor de los Whigs tras la Gloriosa, etc.  

Quizás la exhortación de Marx iba dirigida, no tanto a si ha habido filósofos que han frecuentado el mundo de la política, sino, más bien, al tipo de transformación con el que debían comprometerse, es decir, la que genera una praxis derivada de la teoría del socialismo, única visión científica de la historia de la que se deriva la filosofía de la historia del materialismo histórico, cuyos antecedentes inmediatos fueron la Ilustración y del idealismo alemán. 

El siglo XX se presentó como el espacio geopolítico de la génesis y derrumbamiento de los fascismos y comunismos que se habían engendrado al amparo de la filosofía de la historia. El resultado: una historia plagada de cadáveres, genocidios, asesinatos en masa, hambrunas provocadas por la mano del hombre, etc., etc., etc.

El mundo se transformó en una fosa inmensa que no discriminaba por razones de sexo, raza o religión. El sentido de la historia encapsulado en la fórmula “una humanidad feliz” otorgaba las razones necesarias y suficientes para destruir todo aquello que se alzaba como un obstáculo para la consecución del fin: ideas, personas, acciones, etc. El fin, el objetivo, tan noble, tan humanitario, justificaba cualquier medio utilizado para contribuir a su advenimiento. A Dios muerto, otro en su puesto: la sentencia nietzscheana expresada en La gaya ciencia abría el espacio para la emergencia de otros dioses o, simplemente, para la divinización de la historia. Los resultados: dos guerras mundiales, el Gulag, Auschwitz, la bomba atómica, etc. La filosofía de la historia tenía la “solución final” y definitiva a todos los males de la humanidad.

¿Transformar el mundo es lo revolucionario, lo exigido por la historia o lo pertinente como ideal? Quizás pudo ser en un momento de la historia. Hoy, no. Hoy deberíamos escuchar atentamente las palabras de Albert Camus en la recepción del Nobel (1957):

No hay duda de que cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía, sin embargo, sabe que no lo rehará. Pero su tarea quizá sea más grande. Consiste en impedir que se deshaga.

Hoy deberíamos atender a Odo Marquard cuando se enfrenta a la sentencia marxiana y sacar las conclusiones oportunas: “El filósofo de la historia se ha limitado a transformar el mundo de diversas maneras; ahora conviene cuidarlo...el mundo debe ser cuidado frente a la filosofía de la historia.”

La filosofía de la historia opera siguiendo el modelo judicial, un proceso con juicio final: Dios juzga a los hombres (Religión), los hombres juzgan a Dios (Teodicea), los hombres se juzgan a sí mismos (Filosofía de la historia). Un proceso retrospectivo si atendemos a la noción de absoluto. Dios, lo absoluto (necesario) es eliminado con la teodicea que, a su vez, posibilita la emergencia de un nuevo absoluto: el hombre que juzga en nombre de la humanidad, otro absoluto. El resultado: la emancipación de la humanidad eliminando a los seres humanos, la redención del ser humano a costa de su eliminación, es decir, terrorismo humanista.

Vuelvo al principio. ¿Transformar el mundo amparados en una filosofía de la historia que sacrifica al individuo, al ser humano, por un ideal de humanidad? Los resultados son evidentes. La respuesta es no. ¿Evitar que el mundo se vaya al garete? En la medida de lo posible. ¿A quién cuidar? Al individuo frente al sentido de la historia, contra el axioma de que el fin justifica los medios, incluso contra aquellos que se han arrogado el derecho y el deber de cuidarlo.

 


 

 

lunes, 8 de abril de 2024

Aforema 1802 A propósito de "Que no sea" de Antonio Lorente

 

Aforema 1802

A propósito de una cita que es un poema completo de Antonio Lorente

QUE NO SEA

 

Que no sea mi vida un manojo de renuncias,

Que no sea una roca inesculpible

Ni un páramo de tierras movedizas

Donde se hunda todo lo que toque

Todo lo que se acerque a mí.

 

Que no sea mi vida temor de abrirme

Ni arcilla que modele aquel que quiera

Como quiera

 

Que no sea tampoco un centro, un equilibrio

Huya yo del equilibrio

Al que otros llaman vida

Vida perfecta y exacta

Huya yo

 

Que no sea mi vida si no es tu vida

Que no sea mi vida si no estás tú

Para agitarla

Si no me muevo siempre

siempre

Como empezando

 

            La poesía de Antonio Lorente es escritura anclada en la realidad, sin concesiones a la imaginación, sin trucos para dulcificarla, sin manipulaciones retóricas, sin amnistías para sus miserias o sus grandezas -que de todo hay en la mochila fijada en la espalda del autor. Lorente nos despista, pero no nos engaña, juega con el lenguaje para no abandonar lo real, quizás porque sus alas de gigante le impiden iniciar el vuelo y fabricar un mundo poético acorde a sus expectativas, deseos o ensoñaciones. La palabra poética del autor de Quebranto nos cita y emplaza en un juego de espejos en los que uno se reconoce, porque aunque son sus cuitas las que poetiza en sus escritos, nos sentimos anudados a la palabra que nos desnuda, porque sus inquietudes son también las nuestras, quiero decir, las mías y las de todos aquellos que tienen la firme voluntad de no dejarse horadar por la vida impertinente. El subjuntivo en el que discurre el poema “Que no sea” es un buen ejemplo de la estrategia del autor. No es la expresión de una posibilidad, de un deseo, de un cúmulo de expectativas o de imposiciones del poeta, sino más bien su manera de expresar, no cómo “desea” vivir, sino cómo vive: “como empezando”. La negación no es baladí, es la negación de precisamente todas aquellas posibilidades o deseos (quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra) que atenten contra el final del poema: “como empezando”. El ancla no afloja, el poeta no levita, la palabra le mantiene fiel a la realidad, no hay negociación posible con otro mundo, la palabra poética no le salva, le mantiene vivo. 

 


 

viernes, 5 de abril de 2024

Aforema 911 Cuestión de preposiciones

 

Aforema 911        Cuestión de preposiciones

 

La vía de la contingencia de Tomás de Aquino remite a una clara dicotomía ontológica: la existencia de un Dios necesario frente a la de un mundo (lo creado) contingente. Solo hay un ser que no puede no ser y el resto de lo existente no pasa de ser un mero accidente: aquello que siendo, podría no ser.  Esta dicotomía no sería operativa en el marco de un planteamiento de corte panteísta, por ejemplo, plotiniano –no hay inicio de lo creado sino que este emana del UNO constituyendo la Gran cadena del ser- o spinoziano: “Por Dios entiendo el ser absolutamente infinito, es decir, la sustancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita.” Nada hay fuera de Dios, bien porque emana de Él, bien porque lo contiene en su absoluta infinitud.

Evito incursionar en la teología y me remito a lo más cercano, la vida, lo contingente por antonomasia, aquello de lo que habla la filosofía mundana utilizando dos instrumentos literarios que me son muy gratos: el microrrelato y el aforema. Y lo hago al hilo de una cita extraída de un texto de Javier Gomá (precisamente titulado Filosofía mundana):  

“Hay, por un lado, la contingencia de lo que es de una manera pero podría ser de otra…por otro lado, la de ser pudiendo simplemente ‘no ser’." 

 Dicho de otro modo, está la contingencia de la existencia (o no) de un ser o la contingencia de las condiciones que posibilitan el modo de existencia de un ser.  Centrémonos en la importancia de las preposiciones: existe la contingencia DE la vida humana (el azaroso encuentro de dos células haploides, los gametos masculino y femenino) y la contingencia EN la vida humana (el azaroso concurrir de circunstancias y actos que pueden o no cristalizar en un hecho). Por la primera contingencia, somos o existimos; por la segunda, nos definimos o estamos en tránsito de hacerlo (depende de qué nos interese más en un momento concreto). Por consiguiente, lo necesario se opone a lo contingente y este se nutre de lo azaroso. De ahí que el ideal de todo poder no sea otro que domesticar, colonizar o desarticular el elemento azaroso que enmarca nuestra existencia.

Y termino con Spinoza. El filósofo no contrapone libertad y necesidad, sino, más bien, “lo libre” y “lo necesario”. En el escenario que dibuja el entorno en el que actuamos, 

“Se llamará libre aquella cosa que existe por la sola necesidad de su naturaleza y se determina por sí sola a obrar. Necesaria, en cambio, o más bien coaccionada, aquella que es determinada por otra a existir y a obrar según una razón cierta y determinada.” 

Repárese en el carácter aparentemente paradójico de la definición y reflexione, si así lo desea o el tiempo se lo permite, sobre ello.